La película cuenta cómo un monje Tibetano llamado Lama Norbu y muchos de sus ayudantes, buscan la reencarnación de un Lama (un joven príncipe llamado Siddartha deja su palacio y sus riquezas para ayudar a los demás) que murió en Seattle ya hace ocho años.
En esta película nos enseña algo de la cultura, de la religión Budista, con el profeta a quien contemplan, y en especial a esa ideología frente a la vida, con la noción de reencarnación en varios seres de la naturaleza, permite que haya ese respeto por la naturaleza, esa compasión y caridad por los demás, no precisamente humanos, sino todo ser vivo.
Hay una enorme sensualidad que rodea la película, un enfoque budista de la sexualidad, que se di lusa a en algunas imágenes. Pero sabe muy bien utilizarlas sin exageración deja que estas escenas marquen ciertas pautas en la película.
Bertolucci es muy hábil en ciertas secuencias que abren la imaginación de las personas, abren el mundo de lo mágico, por ejemplo, la secuencia de Siddharta recién nacido hablando con claridad y mucha sabiduría, haciendo aparecer flores en el suelo allí justo donde pisa.
Bertolucci plasma en imágenes toda una puesta en escena preciosista, de gran esplendor visual y musical. Ya que las escenas están llenas de colores vivos cuando el libreto se presta con música armoniosa o muy cultural como lo es la música del Tibet. En este sentido el trabajo del fotógrafo, del diseñador de producción, el montaje y música son de primera categoría. Bertolucci sabe como dirigir y poner una cámara en el mejor sitio, quedando de este modo plasmada una película de gran belleza externa.
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